El arte de equivocarse

El arte de equivocarse

Equivocarse es un hecho natural que nos hace humanos y, sin embargo, muchas personas, la mayoría de nosotros, tendemos a sentir emociones negativas cuando nos equivocamos.  

Vergüenza, desánimo, malestar, desmotivación… todas esas emociones nos invaden cuando cometemos errores. 

¿No? 

Lo cierto es que, si lo pensamos bien, esas emociones tan poco amables no se presentan cuando nos equivocamos, si no al darnos cuenta de que nos hemos equivocado.  

¿Quieres saber más acerca del arte de equivocarse? ¿Por qué nos equivocamos? ¿Cómo convertir los errores en oportunidades? Entonces, sigue leyendo. 

¡Empezamos! 

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Lo que encontrarás en este artículo:

#1. Fallor ergo sum 

Equivocarnos es un paso más del proceso de aprendizaje continuo que es la vida y, a pesar de ser conscientes de este hecho, no logramos separar los conceptos error = fracaso. 

Tampoco podemos culparnos por ello. Desde que somos pequeños/as y a lo largo de nuestra vida, en el colegio, en casa, en la universidad, en el trabajo… nos enseñan que para triunfar no podemos cometer errores, es algo cultural.

En nuestra etapa académica, nos evalúan a través de pruebas cuya mayor penalización es, precisamente, equivocarse.  

En nuestra etapa laboral, equivocarse suele ser sinónimo de broncas y despidos.  

Equivócate delante de tus amigos/as, y a ver cuánto tardan en reírse (aunque sabemos que lo hacen sin mala intención). 

Y ahora, con la llegada de las RRSS, este efecto parece que todavía se ve más amplificado: las personas solo muestran su versión más perfecta de la vida, cero fallos. Y si los cometes, ya puedes despedirte de tu imagen pública. 

Como resultado de toda esa experiencia acumulada nos convertimos en personas totalmente obsesionadas con alcanzar la perfección

Y eso estaría bien, si no fuera porque también hemos desarrollado un terrible pavor al fracaso. 

Nos aterra fallar. 

Sin embargo, errar es una característica inherentemente nuestra. Sant Agustín, mucho antes que Descartes ya dijo “Fallor ergo sum”, es decir “Erro, luego existo”. 

#2. ¿Por qué nos equivocamos? 

Kathryn Schulz, periodista y ganadora del Premio Pulitzer en 2016, ha escrito un libro dedicado al arte de equivocarse titulado “En defensa del error”. 

En él, la autora explica que “El error es a la vez un don y algo adquirido, algo que puede transformar nuestra visión del mundo, nuestras relaciones y a nosotros mismos”. 

Pero, ¿por qué nos equivocamos? 

Según Schulz, lo peor no es equivocarse, es que la mayoría de veces ni siquiera somos conscientes de que nos equivocamos

Nuestra realidad es solo una interpretación subjetiva que hace nuestro cerebro a través de los estímulos que nos llegan vía los sentidos los cuales, pueden jugarnos malas pasadas. 

También podemos dejarnos llevar por sesgos cognitivos, o dejarnos influenciar por los errores de los demás. 

Veamos un ejemplo. 

Seguramente todos recordamos el experimento de Asch, pero por si acaso, aquí va un recordatorio.  

Solomon Asch diseñó este experimento social en los años ‘50 para demostrar cómo la influencia grupal nos impulsa a cometer errores, entre otros comportamientos. 

Muy ligados a este también fueron los experimentos de Milgram y los de la prisión de Stanford. 

Pero sigamos con Ash. 

El experimento era muy sencillo: a un grupo de personas en una sala se les dice que se va a llevar a cabo una prueba visual.  

Para ello, se utilizan dos tarjetas: la primera es una figura de una línea recta, que servirá de referencia; la segunda son otras tres líneas rectas de diferentes tamaños. 

Asch y el Arte de Equivocarse
Si el 90% de personas te dijeran que la correcta es la C, ¿qué harías?

Al grupo se le pregunta, uno a uno, cuál cree que es la línea que se corresponde con la de referencia. ¿El truco? Que todos los participantes, menos uno, son cómplices de Asch y responden, a propósito, de manera errónea. 

¿Qué hace la persona que verdaderamente es el sujeto experimental? Bueno, según los resultados, el 36,8% de las veces también da la opción equivocada cediendo a la presión de grupo y, de las 12 pruebas visuales que se llevan a cabo en el experimento de Asch, en el 75% de las ocasiones la persona da una respuesta errónea; un 5% siempre contestaba de manera equivocada; el 25% siempre defendía su postura acertada.  

#3. ¿Equivocarse es sinónimo de fracasar? 

Como espectadores externos, no nos sentimos mal con los errores. Cuando vemos una película o leemos un libro, nos gusta un buen plot twist: estar elucubrando toda la trama para un desenlace esperado y de golpe, ¡pam!  

Sorpresa inesperada. 

Hemos errado en nuestras ideas, pero no pasa nada. Es más, si no hubiera sido así, seguramente diríamos que la película era muy previsible y poco disfrutable. 

No nos consideramos fracasados por equivocarnos con las películas porque lo que importa no es la definición de ambos conceptos, si no cómo nos hacen sentir y en qué medida afectan a nuestra conducta y decisiones

Equivocarnos nos da la oportunidad de recoger información y utilizarla a nuestro favor; fracasar es tirar la toalla, perder la esperanza y no volver a intentarlo nunca más.  

Equivocándonos aprendemos, fracasando nos rendimos.  

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#4. El arte de equivocarse 

En palabras de Schulz, equivocarse impulsa “la curiosidad, la posibilidad y el asombro”.  

Equivocarse es una parte fundamental de nuestro desarrollo como personas, y también forma parte de nuestro desarrollo profesional.  

De hecho, muchos de los grande productos e innovaciones mundialmente conocidos son fruto de errores: ¿la penicilina?, un error de Fleming al olvidarse una de sus placas de petri; ¿la Coca-Cola? Un fallido intento de jarabe para el dolor de cabeza; ¿el iPhone? La evolución de una P.D.A que no tuvo éxito y se retiró del mercado. 

Cuando nos equivocamos: 

Adquirimos conocimiento 

Podemos analizar las pautas que nos han llevado al error y corregirlas. Así mismo, también nos hace comprender qué pasa cuando nos desviamos del camino que pensamos que es correcto dando lugar, en ocasiones, a mejores resultados. 

Nos acerca a nuestros objetivos 

A veces, para llegar a nuestros objetivos no hay más remedio que recurrir al ensayo y error. Cada fallo que cometemos es un paso más que nos acerca a la meta. 

Mejoramos nuestra autoestima 

Sí, puede parecer una incongruencia. Pero solventar los errores nos hace darnos cuenta de hasta qué punto somos capaces de superar los retos (y normalmente ese punto está mucho más a la derecha de lo que creemos), lo que conlleva un aumento de la confianza en nosotros mismo.  

Además, cuando por fin somos conscientes de que equivocarse no es el fin del mundo, el sentimiento de liberación también favorece la autoestima y nos impulsa a superarnos en el futuro ante nuevos desafíos. 

Nos hace humildes 

Fallar en ocasiones también puede ser un golpe de realidad, una bajada de las nubes que nos hace percatarnos de que nadie es perfecto (¡y menos mal!). 

Equivocarnos nos permite empatizar con los errores de los demás, nos ayuda a ser más tolerantes, hecho especialmente útil cuando tenemos que trabajar en equipo

Mejora nuestro autoconocimiento 

Equivocarse también es un aprendizaje sobre nosotros mismos: hasta dónde somos capaces de llegar, cuáles son nuestros límites, de qué manera gestionamos nuestras emociones, cuáles son nuestras prioridades… 

Todo este autoconocimiento es muy necesario para aprender a sobrellevar futuros errores y tomarse las equivocaciones bajo un prisma positivo.  

#5. ¿Qué hacer si nos equivocamos en el trabajo? 

Llegados a este punto, no podemos desviarnos del tema que en GHC nos ocupa, ¡los RRHH

Por eso, no podemos dejar pasar la oportunidad de darte unos consejos sobre cómo darles la vuelta a los errores en el trabajo para convertirlos en experiencias de aprendizaje

De una manera práctica, como a nosotros nos gusta 😉 

1. Reconocer el error 

Nos hemos equivocado y no pasa nada, pero es importante reconocer nuestra culpa y aceptar las consecuencias. 

Reconocer los errores nos hace más profesionales, nos mostramos ante los demás como personas que hacen frente a sus responsabilidades y buscan soluciones, no excusas. 

Además, nuestros compañeros agradecerán la honestidad, fomentando así los lazos de confianza y mejorando el clima laboral

2. Trazar un plan de acción 

Reconocer el error no basta, hay que ponerle solución. Y cuánto antes, mejor. Dejar que pase el tiempo solo puede empeorar las cosas. 

Si no somos capaces de solventar la equivocación nosotros mismos, no dudes en pedir ayuda a quién sea necesario

3. Céntrate en lo que puedes controlar 

Cuando hemos cometido una equivocación, debemos centrarnos en aquello que podamos controlar.  

El pasado, pasado está, y pensar en cómo habría sido la situación si hubiéramos hecho las cosas diferentes no solo no ayuda, si no que estás malgastando recursos y energías en algo que no puedes cambiar. 

En vez de eso, utiliza tus capacidades resolutivas para buscar una solución competente y, quién sabe, a lo mejor no solo arreglas “la pifia”, si no que la mejoras. 

4. Mantén una actitud positiva 

¿Crees que Edison inventó la bombilla a la primera? Durante su transcurso, cometió muchos fallos y, una de sus frases más emblemáticas fue: “No he fracasado. He descubierto 999 maneras de cómo no hacer una bombilla”. 

Edison siempre mantuvo una actitud positiva que hizo que no cesara en su empeño de seguir adelante con su meta.  

Por lo tanto, mantener una actitud positiva es fundamental para no desanimarse y abrir la mente hacia nuevas posibilidades. 

##Conclusiones 

Equivocarse no es un error fatal (al menos no en el 99,9% de los casos). No nos anula como persona ni nos hace menos profesionales. 

Lo que sí nos hace poco profesionales es no aceptar las oportunidades que nos ofrece errar. 

El arte de equivocarse consiste en aprender de los errores, en aceptar que son parte de nuestro crecimiento, abrazarlos desde la psicología positiva, en no sentirse mal cuando nos equivocamos. 

En definitiva, equivocarse y poder decir “Eh, me he equivocado. ¿Y qué?

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2 comentarios en “El arte de equivocarse”

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