Esta es una pintura clásica que representa la famosa historia de Pigmalión y Galatea de la mitología griega. A la izquierda, una estatua de mujer hecha de mármol blanco, que representa a Galatea, está parcialmente envuelta en una sábana y se sienta en un pedestal con una urna esculpida. Pigmalión, a la derecha, está vestido con una túnica anaranjada y una capa verde, y se arrodilla ante la estatua con una expresión de súplica y las manos alzadas, como si estuviera rezando. En el suelo, alrededor del pedestal, hay rosas dispersas, y la estatua sostiene algo que parece ser un trozo de tela o una ofrenda en sus manos. La luz difusa sugiere un momento de anticipación mágica.

¿Puede el Efecto Pigmalión fomentar la generación de equipos de Alto Rendimiento? 

¿Hablamos del Efecto Pigmalión?

Desde la época isabelina, pasando por Darwin hasta Galton, se ha discutido hasta qué punto las personas somos los responsables de determinar nuestra forma de ser y nuestra forma de actuar. Incluso de lo que se nos da bien y lo que se nos da mal. 

Creemos en el libre albedrío y que hacemos las cosas porque queremos. Y en ningún momento nos planteamos si nuestros actos los hacemos por voluntad propia, o, por el contrario, si hay algún factor externo que nos influencia a ser tal y como somos. 

El empleado modelo, ¿lo es porque quiere ganarse el sueldo? 

Y el que es un pasota, ¿simplemente es que no tiene ganas de trabajar? 

O…. ¿tal vez no? 

Si quieres saber la respuesta a esta pregunta, ¡quédate a leer! 

¡Empezamos! 

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Lo que encontrarás en este artículo: 

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#1. Efecto Pigmalión: ¿Se nace o se hace? 

En las ciencias del comportamiento, existe un debate conocido como Nature vs Nurture, o Naturaleza vs Crianza. Y es que, para muchos expertos en psicología, nuestro comportamiento está basado en un 50% genes, 50% ambiente. 

De hecho, algunos autores han sido muy forofos de los genes. Por ejemplo, Darwin defendía que no había que curar a las personas enfermas. 

En vez de eso, tendríamos que dejar que la enfermedad siguiera su curso para que, de forma natural, lo más débiles desaparecieran y así fortalecer a la especie. 

Lo cual suena un poco bastante heavy, ¿no? 

Pues este es uno de los principios de la teoría evolutiva de Darwin “Solo los más preparados pueden sobrevivir”. 

Pero en fin, hoy no vamos a centrarnos en esa parte del moldeado del comportamiento. Hoy, vamos a hablar de la otra mitad, la del ambiente. Y, más concretamente, el ambiente social y cómo las creencias de las personas determinan nuestra forma de actuar. 

Empezaremos con un ejemplo sencillo: 

¿Rafa Nadal es bueno porque nació con el don del tenis corriendo por sus venas? O ¿Es bueno porque hubo gente que creyó en él? 

¿Ambas cosas son importantes? 

Y si es así… ¿cuál tiene más relevancia? 

#2. El Efecto Pigmalión y el poder de las expectativas 

Es 1963. Época de Hippys, Carrera Espacial y Guerra en Vietnam. Y también es el año en el que Robert Rosenthal es profesor e investigador de Psicología en la Universidad de Harvard, interesado en conocer cómo las personas se influyen entre sí. 

Específicamente, estaba intrigado en averiguar cómo las expectativas modulan el comportamiento de la gente. Y, como científico que es, le picaba la curiosidad acerca del Sesgo de Investigador: un fenómeno que sugiere que los investigadores ejercen una influencia inconsciente en los sujetos experimentales de sus experimentos y estudios, haciendo que los resultados se vean alterados. 

Como, por ejemplo, cuando sin querer comunican a los sujetos lo que se espera descubrir, provocando que estos modifiquen su conducta para dar los resultados que el investigador necesita obtener. 

Aunque este sesgo era, y sigue siendo, muy conocido y discutido entre la comunidad científica, nunca había sido probado.  

Así que Rosenthal pensó que alguien debía hacerlo. ¿Y por qué no él? 

Entonces, diseñó un experimento para comprobar si, efectivamente, las expectativas y creencias de las personas podían modificar la conducta. 

El experimento de Rosenthal 

El experimento se desarrolló de la siguiente manera: 

→ A 12 estudiantes de último año de Psicología, que ya tenían cierta experiencia en el manejo de pruebas con roedores, se les dividió en 2 grupos, y se les comunicó que su objetivo era enseñar a unas ratas de laboratorio a resolver un laberinto. 

→ A cada estudiante del primer grupo, el grupo A, se le entregó un conjunto de 5 ratas y se les dijo que se trataba de ratas “excepcionalmente brillantes” que habían sido entrenadas para resolver puzzles de laberintos de manera muy eficaz. 

→ Por otro lado, a cada estudiante del segundo grupo, el grupo B, se le entregó otras 5 ratas, pero a estos les dijo que sus ratas eran “Profundamente estúpidas”, así que, si no veían ningún avance y les costaba aprender a resolver el puzzle del laberinto, que no se preocuparan. 

→  Los alumnos estuvieron experimentando y enseñando a las ratas a resolver el laberinto 10 veces al día, durante 5 días seguidos. 

¿Y qué pasó? 

Pues que las ratas del grupo “listo” tuvieron un desarrollo de aprendizaje muy rápido y sostenido. Cada día, lo hacían un poco mejor hasta que finalmente aprendieron a resolver el laberinto. 

Por el contrario, las ratas del grupo “tonto” no empezaron a mostrar signos de aprendizaje hasta el tercer día. Y el cuarto y el quinto día, no solo NO siguieron aprendiendo, si no que mostraron señales de retroceso. 

👉 Un secreto: Lo cierto es que todas las ratas eran exactamente iguales. No existían las ratas listas y tontas, todo formaba parte del experimento de Rosenthal. 

Entonces, ¿por qué? ¿A qué se debía esta diferencia en el comportamiento, si todas las ratas tenían las mismas capacidades? 

Las creencias determinan la conducta 

En el artículo que Rosenthal escribió tras realizar el experimento, señaló que durante el tiempo que los estudiantes pasaron con sus ratas, se dio cuenta de que aquellos que creían entrenar con las “ratas listas”, eran mucho más cálidos y agradables con ellas: las acariciaban más, les daban más palmaditas en el lomo cuando veían avances y se portaban bien, y tenían más cuidado al sacarlas y meterlas de las jaulas. 

En cambio, el grupo que creía tener el grupo de “ratas tontas” no demostró ningún tipo de cariño ni simpatía por ellas.  

La conclusión que sacó al final Rosenthal, es que las creencias de los estudiantes y sus expectativas habían resultado determinantes para su conducta: aquellos que creían entrenar a buenas ratas, simplemente les enseñaban mejor. 

Con este experimento, Rosenthal demostró que el Sesgo del Investigador era posible y que, además, la modificación de conducta se podía inducir a propósito. 

Pero no fue este experimento el que le hizo famoso.

Hubo otro, mucho más relevante para el campo de las ciencias del comportamiento, que resultaría clave para entender cómo nuestras creencias modifican las conductas y nuestros resultados. 

Un experimento tan importante, que el efecto descubierto llevaría su nombre: Efecto Rosenthal. 

O más popularmente conocido como Efecto Pigmalión. 

O, en su forma más dramática: “Efecto de la Profecía Autocumplida” 

El efecto Rosenthal 

Avanzamos 5 años y nos situamos en 1968. En esa época, Leonore Jacobson era Directora de un colegio en California. Estaba muy interesada en conocer cómo la influencia de los profesores afectaba al rendimiento de sus alumnos y, buscando información, se topó con los estudios de Rosenthal. Quedó tan alucinada, que no dudó en ponerse en contacto con él. 

Después de varios encuentros y charlas, decidieron colaborar juntos y diseñar un experimento para demostrar el Efecto Pigmalión en el ámbito educativo, y ver si las creencias de los profesores incidían de algún modo en los resultados académicos de los alumnos. 

Dicho y hecho. El experimento comenzó al inicio del año escolar: 

→ Al principio del curso, se les administró a los niños un test de inteligencia no verbal y se les comunicó a los profesores que este test predecía la capacidad intelectual de los alumnos. 

→ Una vez realizado el test, ambos investigadores seleccionaron una muestra al azar del 20% de alumnos de cada clase y Rosenthal se inventó un informe falso sobre ellos para explicar a los profes que este grupo tenía un alto potencial intelectual. Este selecto grupo sería el Grupo Experimental. 

→ Del 80% de alumnos restantes, NO se dijo nada. Este sería el Grupo de Control. 

→ A partir de aquí, los profesores y los alumnos no tenían que hacer nada más, simplemente dedicarse a lo suyo y esperar a fin de curso mientras Rosenthal y Jacobson observaban qué es lo que pasaba. 

→ Una vez que las clases llegaron a su fin, se les volvió a pasar el mismo test que hicieron al principio a todos los niños. 

¿Y cuál fue el resultado? 

Pues el grupo experimental, aquel pequeño grupo de alumnos seleccionados al azar y que se dijo que tenían altas capacidades intelectuales, mejoró muchísimo los resultados del test en comparación a los alumnos del grupo de control. 

❗Recordemos que esos niños NO tenían altas capacidades, eran iguales que el resto de sus compañeros. 

Entonces, ¿qué es lo que hizo que sus puntuaciones fueran mejores? 

#3. Los cuatro pilares fundamentales del Efecto Pigmalión 

Durante el tiempo que Rosenthal y Jacobson estuvieron observando, se dieron cuenta de 4 aspectos clave: 

  • El primero, es que los profesores creaban, con los alumnos que creían aventajados, un clima mucho más cálido. Eran más simpáticos, sonreían más y el tono de voz era más dulce. 
  • El segundo, es lo que Rosenthal definió como “input”. Es decir, los profes estaban mucho más dispuestos a enseñar a los alumnos “listos” que al resto. Les explicaban más materia, eran más eficientes, y también eran más exigentes. 
  • El tercero es la oportunidad de respuesta. Con los alumnos del grupo experimental, los profesores eran más empáticos, aceptaban más fallos, daban la opción de modificar las respuestas si estaban mal construidas y, además, ayudaban a los niños a desarrollarlas si estos tenían dificultades. 
  • Por último, a los niños que creían inteligentes se les otorgaba un número mayor de refuerzos positivos. 

En conclusión, de nuevo, cuando los profesores estaban delante de niños que CREÍAN que eran inteligentes, sencillamente se les enseñaba mejor. 

Sin duda, se trató de un experimento increíble que aportó evidencias científicas sobre el poder de las creencias y las expectativas de las personas para influir en el comportamiento y resultados de los demás…  

¿O tal vez no? 😱 

#4. Rebatiendo el Efecto Pigmalión: ¿De verdad existe? 

¿Realmente nuestras creencias pueden modificar las conductas de las personas y sus habilidades? 

Pues, a pesar de las evidencias que indican que sí, no parece que sea tan sencillo. 

Y es que un día llegó Robert Thorndike, famoso psicometrista y experto en herramientas de medición de psicología, y demostró que la calidad del estudio de Pigmalión sobre los alumnos era deficiente.  

De hecho, aseguró que los instrumentos que se utilizaron para medir la inteligencia eran defectuosos, y por lo tanto los hallazgos que encontraron no tenían ningún valor ni evidencia empírica. Y no fue el único que desacreditó a Rosenthal. 

Por su parte, Raudenbush demostró en otro experimento que cuando los profesores habían llegado a conocer a sus estudiantes durante 2 semanas, la inducción previa a la expectativa se reducía a 0. 

Es decir, que daba igual que les hubieran dicho que el grupo experimental era más inteligente. Tras 2 semanas con ellos se daban cuenta de que no era así. 

¿Y el experimento de las ratas? 

Pues… En 2016, Jansen, Putz y Schmidt replicaron el experimento, esta vez con estudiantes de secundaria. Y no encontraron diferencias entre las ratas tontas y las ratas listas en el resultado final. Así que no, no se pudo apoyar la teoría inicial: El Efecto Pigmalión no hizo acto de presencia.  

Entonces, el Efecto Pigmalión qué es, ¿todo una farsa? ¿no existe? ¿nuestras creencias no influyen en los demás? ¿No podrás ser el próximo Rafa Nadal si alguien cree en ti muy, muy fuerte? 

A ver, no dramaticemos. 

Ya sabemos cómo es la ciencia, que a veces no se pone de acuerdo. 

#5. Apoyando el Efecto Pigmalión: ¡Que sí existe (más o menos)! 

A pesar de las críticas y experimentos fallidos, sí que hay más estudios que apoyan el Efecto Pigmalión y la influencia en los demás a través de nuestras creencias. 

Por ejemplo, Kieren y Gold demostraron en un meta-estudio que las expectativas positivas de los directivos sobre sus colaboradores mejoraban su desempeño.  

Y si tenían expectativas negativas, la autoestima de los empleados bajaba y, por lo tanto, también su rendimiento. 

Entonces, ¿cuál es la conclusión de todo esto? 

## Conclusión 

Parece que sí hay cierto efecto en el comportamiento de las personas según sus expectativas, y que éstas a su vez influyen en cómo actúan los demás.  

Puede que el Efecto Pigmalión no sea tan potente como para convertir a tu equipo en un equipo de alta rendimiento simplemente por el hecho de creer que lo es. 

Pero la ciencia apunta a que si crees que tu equipo es de alto rendimiento, será más probable que emprendas las acciones necesarias para conseguirlo, que si no lo creyeras.  

¡Así que, en tus manos está! 

Si te ha gustado este artículo, ¿por qué no le echas un ojo al vídeo? Allí podrás entender mejor los experimentos y también encontrarás todas las fuentes citadas. 

Y si lo que quieres es mejorar el rendimiento de tu equipo, en Global Human Consultants te podemos ayudar. No a través del Efecto Pigmalión, pero sí mejorando las habilidades de tus managers y directivos. Si te interesa, ¡ponte en contacto y te asesoraremos! 

Dinos, ¿crees que el Efecto Pigmalión es posible? ¡Te leemos en comentarios! 

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